domingo, noviembre 13, 2005

Un triste recuerdo (III)



Un vehículo de Carabineros que patrullaba la zona fue destruido por la caída de una muralla. La foto pertenece a un portal de Canal 13 de televisión dedicado al terremoto de Valdivia.


Los mitos* suelen surgir en forma espontánea en los relatos que la gente hace sobre los grandes acontecimientos, especialmente desastres de la magnitud del cataclismo ocurrido en mayo de 1960 en el sur del país. Tiempo después de haber vivido el desastre de Valdivia, en un café de Los Andes, un testigo de aquellos tristes sucesos, me contó un episodio, cuya veracidad no me consta, pero que quiero compartir con ustedes.
Juan y Lucía, nombres supuestos de dos jóvenes pololos, salieron cerca de las 14.30 horas del domingo 22 a la calle Picarte y se instalaron en la cabina de la camioneta de propiedad del padre del varón. A las 14.58 horas, el primer temblor los sorprendió mientras analizaban su relación sentimental, que cruzaba entonces por un puente de cristal.
- ¡Está temblando! - dijo Juan, pese a que el movimiento era, claramente, perceptible. Se miraron, con natural temor, en silencio, hasta que el sismo terminó.
Su tema de conservación fue, desde ese instante, sobre qué harían si ocurriera un terremoto, como el que había sacudido hacía un día antes a Concepción.
- No. Es muy difícil que haya dos terremotos tan seguidos en un mismo país- dijo para tranquilizar a su polola, pálida, trémula, por la impresión sufrida hacía sólo unos minutos.
Frente a la amenaza que un movimiento telúrico representaba, ambos se prometieron enfrentar juntos cualquier peligro sea cual fuere su origen y naturaleza. De repente, un muy fuerte ruido subterráneo los hizo abrazarse y en uno o dos segundos todo fue sacudido por un terremoto de 7.5 grados en la escala de Richter. Veían, aterrorizados, como una mano invisible zamarreaba a las casas de la cuadra y las derribaba, demolidas, al suelo. Los cables eléctricos se cortaban y caían produciendo chispazos crepitantes sobre la acera y la calzada.
Juan y Lucía vieron como la fuerza feroz del movimiento telúrico derribaba a pocos centímetros de ellos uno de los dos postes de madera que sostenían un pesado transformador. El mástil aplastó el capó del vehículo y todo desapareció. Sólo momentos después, volvieron en sí, sin entender bien, todavía, que ocurría. Pero, ambos estaban todavía bien, sin grandes lesiones.
Uno de los postes había caído sobre el motor y el otro, en forma simultánea, en la parte trasera de la camioneta. Ellos azotaron sus cabezas contra el cielo de la cabina del vehículo, que se mantenía intacta, mientras todo seguía moviéndose, sin parar. Ellos sobrevivieron a la catástrofe, pero mi informante ignoraba si la pareja unió sus vidas en un final feliz para un amor telúrico.

* Amigo lector, en relación con los mitos y leyendas que surgen tras los grandes fenómenos naturales, le sugiero leer la nota de revista Time titulada Las Serpientes del Mar y de la Tierra.